Publicado originalmente en diciembre, 2022 en Opinión 51
Hace unos días enfrente de las oficinas de la SEDUVI en la Ciudad de México se llevó a cabo una concentración demandando el derecho a la vivienda digna en la capital y en el resto del país.
Entre los puntos que entregaron en su pliego petitorio explican que desde 2005 han subido los precios 235% en toda la ciudad. Es decir, 64% por encima de la inflación y tan solo el 4.7% de las personas en la Ciudad de México podrían pagar una hipoteca para sus viviendas. Esto se agrava aún más si pensamos en la disparidad salarial entre mujeres y hombres.
Este fenómeno que es muy preocupante, sucede alrededor del mundo (recomiendo el documental Push de Fredrik Gertten para entender cómo funciona la financializacion de la vivienda) y cómo toda problemática social cruza también temas que tienen que ver con género. A continuación enlisto algunos de los puntos por los cuales tenemos que pensar en el derecho a la vivienda como algo que nos debe preocupar a las mujeres y a la población LGBT.
Primero: son espacios donde se mantiene la vida
El hogar es el lugar fundamental donde ocurren los trabajos de cuidados: limpiar, dar de comer, cuidar infancias, atender a personas con discapacidad o adultos mayores, etc. Estos cuidados son los que sostienen a la vida, por lo tanto el sistema económico depende de los cuidados. Es un tema de género porque usualmente alrededor del mundo quienes se encargan de realizar este trabajo son las mujeres (madres, hermanas, tias, abuelas) que, pese a no recibir un sueldo por ello, sostienen el sistema económico y enfrentan doble jornada (la del trabajo en casa y la del trabajo fuera de casa). Aunque los cuidados no son trabajos que deban perse ser para las mujeres, ya que todas las personas deben de participar en estos, es una realidad que en nuestro país (así como en el resto del mundo) la mayor parte del trabajo del hogar lo hacen mujeres.
Segundo: la violencia patrimonial
Pese a que las mujeres realizan mucho del trabajo de cuidados en las casas, ellas mismas viven constantemente el riesgo a perder su hogar al vivir violencia patrimonial: esta se ejerce para controlar y amenazarlas al restringir o condicionar recursos económicos, como por ejemplo quitarles la casa a ellas o a sus hijos.
No por nada, el número de mujeres dueñas de propiedades inmuebles es mucho menor que el de los hombres.
Tercero: acceso a un espacio seguro
Las infancias y las personas que viven violencia doméstica tienen derecho a vivir en un espacio donde no sufran estos agravios.
La violencia doméstica afecta de manera desproporcionada a las mujeres y a las personas LGBT que no tienen acceso a un espacio seguro porque no lo pueden pagar y tienen que vivir con sus agresores.
En México existen organizaciones como la Red Nacional de Refugios (pese a los terribles obstáculos económicos que enfrentan) para mujeres y e infancias y en la Ciudad de México existen esfuerzos importantes como Casa Frida para personas LGBT+ que necesitan refugiarse ante una situación de violencia.
Pese a que ambos son grandes esfuerzos, siguen siendo urgentes más espacios seguros que funcionen como refugio y a su vez es igualmente necesario que existan más lugares asequibles para que todas las personas puedan vivir dignamente. No tiene sentido que existan personas en situación de calle o que vivan con sus agresores por no poder costear una vivienda digna y al mismo tiempo que existan departamentos y casas sin habitar.