El precio de enfrentar a Andrés Roemer (Revista Gatopardo)

Publicado en Gatopardo en diciembre, 2023

“¿Por qué te tardaste tanto en denunciar? ¿Por qué hasta ahora?”Le pregunta un periodista en su
programa matutino. Ella, una mujer joven que comparte al aire que fue víctima de una violación
sexual por parte de Andrés Roemer, responde con calma, con una serenidad que parece
aprendida después de practicar varias veces la misma respuesta: “porque vi la denuncia de Itzel
Schnass y no quise dejarla sola”.
Las mujeres que hemos sido víctimas de violencia machista sabemos que tenemos que responder
con calma, siempre con calma. Entendemos que cualquier “exceso” de furia o de tristeza podrá
ser usado en nuestra contra. Cuando hablamos, también tenemos que sortear las preguntas
revictimizantes, y paulatinamente nos hemos vuelto especialistas en respirar hondo, domar la
acidez en el estómago y responder de manera asertiva pero cuidadosa, a quien cree que su rol en
la vida es jugar a ser “el abogado del diablo”. Nuestro tono y nuestra historia siempre son
fiscalizados.
“Cada una habla cuando puede, como puede y cuando quiere”, me dice Montserrat Ortíz. La
joven periodista, egresada de la carrera de comunicación por la UNAM, aceptó tomar mi
llamada y se escucha segura. Por petición suya, en esta conversación no ahondamos en los
detalles de la agresión sexual que vivió, pero su caso está bien documentado en la prensa.
Lo resumo: a Roemer lo conoció mientras ella trabajaba en una televisora de Grupo Salinas. No
es coincidencia, porque Roemer era amigo cercano del propietario del canal y juntos fundaron el
Festival Internacional de Mentes Brillantes: La Ciudad de las Ideas.
Somos muchas. Somos todas víctimas de Roemer
“El señor me agrega a Facebook y me invita a colaborar en un proyecto importante”, dice
Montserrat Ortíz que tuvo la impresión de que era u8na propuesta seria, “muy formal, no
desconfié de él”, dice. Ella tenía 23 años y era su primer trabajo en televisión. Andrés Roemer

es ex diplomático, escritor, conductor y gestor cultural, trabajar con él era entonces una gran
oportunidad profesional. “Mandó a su chofer por mí a la televisora y me dejó en su casa en la
Colonia Roma”, cuenta en la entrevista. Al principio, a Montserrat todo le pareció normal. Le
habló del trabajo y de su posible salario, pero luego vinieron las amenazas encubiertas:
“conmigo puedes crecer mucho porque soy accionista de Grupo Salinas, pero si yo quiero
también te voy hundir”, le dijo. Lo que sucedió después fue una violación sexual, algo que ahora
él niega rotundamente, niega incluso haberla conocido. “Yo en todo momento le dije que no,
incluso lo empujé”, explicó Ortiz en una entrevista con Ciro Gómez Leyva y Lourdes Murguía
en febrero de 2021.
Dos años después, en ese mismo programa, Alejandro Roemer dijo que su padre es
inocente y que se trata de “fabricaciones” por parte de la fiscalía. Además, desestimó las
denuncias en contra del ex diplomático al mencionar que “no son sesenta y un denuncias sino
sesenta y un tuits” que, además, en su mayoría provenían de cuentas anónimas. No obstante,
hasta el momento hay cinco casos judicializados donde aparece el nombre y apellido de quien le
acusa.
Montserrat Ortíz fue, junto con Itzel Schnass, una de las primeras víctimas en romper el
silencio de forma pública. Lo hizo primero en 2019 de manera anónima y luego en febrero de
2021 desde su cuenta de twitter: “Hoy decidí romper el pacto. Yo también fui víctima de
Roemer. Somos muchas. Somos todas.” Ambas coinciden en algo: denunciaron para prevenir a
las otras. “Cuando decidí dar mi testimonio fue para alertar a las mujeres a que no se acerquen a
ese señor, a que no caigan en sus engaños, que no vayan a su casa porque las va a encerrar y las
va a abusar” dijo Ortiz a Gomez Leyva y Lourdes Munguia en 2021.
Actualmente hay cinco órdenes de aprehensión contra Andrés Roemer por violación y
violación agravada, aunque estas no son las únicas carpetas de investigación en su contra. Lo que
narran Montserrat e Itzel coincide con los testimonios de otras mujeres: en la sala donde
despachaba sus asuntos laborales y agredía a sus víctimas no hay señal de teléfono, ni buena
iluminación. Ahí solía retener a las mujeres que atacaba. “Yo tomé mis cosas y salí corriendo de
esa sala. Cuando llegué a la puerta intenté abrir, el personal de servicio apareció y me dijo no
tengo autorizado abrirte (…) yo tenía dos opciones, denunciarlo o seguir viviendo a sabiendas de
que un sujeto así existe”, le explicó Schnaas al periodista Leo Zuckerman.
El interés de ambas por advertir a otras cobra hoy mayor importancia, tras el tsunami de
denuncias que llegaron después de las suyas. Era un modus operandi y ellas no son las únicas
víctimas. Roemer buscaba mujeres jóvenes, algunas incluso estudiantes o recién egresadas de la
licenciatura. Establecía contacto, les decía que eran muy talentosas e inteligentes, y que por eso
les ofrecía trabajo. Las citaba en un restaurante, en su oficina o en su casa. Así lo documentó la
periodista María Scherer en Así como Suena.

Pasaban los minutos y el tono profesional de la reunión se desvanecía. Su léxico
relativamente exquisito, el de alguien que presume orgulloso su bagaje y su preparación
académica, desaparecía de golpe, se tornaba en un violentador sexual sin escrúpulos, sin mayor
sofisticación. La realidad es que los agresores provienen de cualquier contexto socioeconómico,
pero existen algunos que, arropados en la protección que les brinda el poder económico y
político, saben que pueden quedar impunes una y otra vez. Roemer se sabía poderoso, y esto le
permitió acosar, hostigar, abusar y violar a decenas de mujeres durante años. Es por esto también
que muchas, ante el miedo de posibles represalias, tardaron tanto en hablar.
¿Quién es Andrés Roemer?
Es otoño de 2013, ha pasado apenas un año desde el inicio del gobierno de Enrique Peña Nieto.
San Francisco, en Estados Unidos, una ciudad donde viven decenas de miles de mexicanas, tiene
un nuevo cónsul; un escritor y académico, “un hombre del renacimiento” anunció la prensa local.
El flamante diplomático se presenta con su nuevo equipo. Un ex empleado del cuerpo
exterior mexicano al que entrevisto recuerda cómo fue la primera reunión con Roemer. “Llegó y
nos dijo que él es amigo de Luis Videgaray y de José Antonio Meade (ex integrantes del
gabinete presidencial)”, que “les pidió una embajada pero únicamente le dejaron escoger un
consulado”, y optó por San Francisco “porque está cerca de México y así puede seguir sus
proyectos, atender sus negocios”. También les dejó claro que la oficina consular la usarían “para
que todos colaboremos con sus proyectos personales, como la Ciudad de Las Ideas.” En esa
misma sala, donde fue su presentación, en distintas ocasiones se pondría a “jugar a la botellita”
con sus subordinadas y una botella de champaña, pese a la incomodidad de todas, según cuenta
el entrevistado.

Andrés Isaac Roemer Slomianski, mejor conocido como Andrés Roemer, es egresado de
Berkeley, de Harvard, del ITAM y de la UNAM. Fue embajador ante la UNESCO y cónsul en
San Francisco. Conductor de televisión, autor de 16 libros y un personaje muy influyente en la
televisión y el sector cultural en México. Tras la avalancha de denuncias en su contra, siempre
dijo ser inocente, pero pronto huyó a Israel.
La cercanía que tenía Andrés Roemer al poder político no solo le brindó oportunidades en
el servicio exterior, también le dio oportunidades económicas. Como lo ha investigado María
Scherer, su asociación de nombre Poder Cívico, encargada de organizar La Ciudad de las Ideas,
recibió por años cantidades millonarias. El monto asciende a 582 millones de pesos. De acuerdo
con Scherer, obtuvo 13 millones del gobierno de la Ciudad de México en 2018; 60 millones de
CONACULTA en 2013; 120 millones de la Tesorería de la Federación entre 2014 y 2018 y 300
millones entre 2012 y 2021 del gobierno de Puebla.

Los abusos al interior de una mansión porfiriana
Es nueve de marzo de 2021 en la Colonia Roma. A medida que cae la noche un grupo de
manifestantes, la mayoría mujeres, se dan cita en la plaza Río de Janeiro. Llegan de manera
espontánea en pequeños grupos, no como resultado de una convocatoria. Alrededor de cincuenta
granaderos resguardan una mansión porfiriana, previamente protegida con un muro de madera.
Es la casa de “El doctor Roemer” . Entre la multitud de manifestantes aparece una chica con la
mitad del rostro tapado con un cubrebocas, y se acerca a la casa resguardada por los granaderos.
En el asfalto escribe con aerosol: “AQUÍ VIVE UN VIOLADOR”. Después agrega el número

  1. Para ese momento sesenta y un mujeres habían hecho públicos sus testimonios, mismos que
    fueron recopilados en la cuenta de twitter de la colectiva Periodistas Unidas Mexicanas.
    Se acerca a ella otra mujer joven con lágrimas en los ojos, y le pide que agregue un número más,
    que lo transforme en un sesenta y dos. Se trata de su propio caso, pero aún no se atrevía a
    denunciar. La chica con la lata de aerosol y la cara cubierta accede. No se conocen y
    probablemente nunca se volverán a ver, pero ese gesto de sororidad espontánea se quedará
    marcado en el asfalto y en la memoria de ambas.
    Al igual que Montserrat Ortiz, la bailarina Itzel Shnaas fue invitada por Roemer a una reunión
    para ofrecerle una oportunidad laboral en el festival Ciudad de las Ideas. Un amigo de su padre
    había conocido al otro fundador del Festival, que luego ordenó a Roemer , “a esta niña la
    programas”, según recuerda Schnaas en entrevista.
    Itzel tiene hoy 32 años y lleva un amplio recorrido profesional: entró a la carrera de
    danza clásica a los once años y ha bailado en compañías en México y en Montreal. Actualmente
    coordina una compañía de danza que en 2018 cerró el Festival Cervantino. Combina su interés
    dancístico con sus preocupaciones sociales.“La danza es un esfuerzo para modificar nuestras
    realidades, hay verdades que están en el cuerpo y a veces no llegan ni a la garganta”, me dice en
    una videollamada, con lo voz cargada de pasión por su trabajo. Me cuenta también de su
    experiencia al trabajar desde la danza con poblaciones privadas de su libertad, con infancias que
    viven con VIH y con personas ciegas.
    Para ella bailar es una forma de acercarse a sus cuerpos y al de otras personas; y repensar
    cómo los concebimos. “Llevaba muchos años cuestionando la danza clásica, cómo construyen
    nuestros cuerpos al servicio del patriarcado, y como artistas del cuerpo merecemos relatos mucho
    más complejos”, me dice. Es esta reflexión la que le ayudó a denunciar los delitos cometidos por
    Roemer en su contra , sin saber que una avalancha de denuncias seguirán tras la de ella
    Era 15 de febrero de 2021. Itzel publicó un video con su testimonio, una descripción
    minuciosa de su encuentro con Roemer. Más de 135 000 personas lo han reproducido, al menos
    953 han dejado mensajes de apoyo a la bailarina . “Cuando el video salió fue extenuante, más de

cien mujeres de distintas generaciones me buscaron por instagram, me marcaban el teléfono, de
todas las edades.Yo no había ni nacido y él ya violentaba.”
El abuso fue desconcertante y rápido. “Me citó en un restaurante y luego fuimos a su casa para
poder mostrarle mi presentación en su oficina. Cuando me volteo y me agacho para conectar mi
computadora, aprovecha y se me lanza encima. Te pide disculpas y le crees: ‘Me ofusqué, esto
no debió de haber pasado’”. El agresor inmediatamente se muestra arrepentido: “Perdóname, no
sé qué me pasa —le dice—. Se me olvidó que eras bailarina, si yo hubiera podido elegir esposa,
hubiera sido bailarina”, se excusa.
“Andrés siempre te ofrece algo que te interesa, si eres periodista, si te dedicas a la moda,
a la danza, siempre tiene algo. Te ofrece grandes oportunidades, y con ello te tiene en sus manos.
Después te acosa, te agrede, te abusa y se disculpa inmediatamente. Tú no lo puedes denunciar,
sientes que no lo puedes denunciar porque ya aceptaste algo de él […], nadie te va a creer, es un
hombre poderoso”, cuenta Itzel.
Tiempo después, Itzel fue sola a un Ministerio Público para presentar su denuncia, y se
enfrentó con otra limitación: pese a que Roemer la tocó sin su consentimiento y la encerró en un
cuarto con llave para masturbarse frente a ella, lo que vivió prescribió un año después, al no ser
considerado una violación sexual sino abuso sexual. Después ella presentó una demanda de
amparo en contra de la prescripción de delitos sexuales, mismo que sentaría precedentes para
modificar la ley.
La justicia que no llega
Es 2 de octubre de 2023. Itzel y Montserrat, así como muchas otras víctimas se despiertan con la
noticia de que la policía en Tel Aviv detuvo a Andrés Roemer, siguiendo una orden de la
Interpol. Será extraditado tras la segunda semana de octubre. La noticia se propagó rápidamente
en la prensa internacional, no solo en la israelí y la mexicana. La Secretaría de Relaciones
Exteriores confirmó en un comunicado que la policía de Israel detuvo a Roemer el domingo «con
fines de extradición, a solicitud del gobierno mexicano», y por requerimiento específico de la
Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. Si bien no hay tratados de extradición entre
Israel y México, esta detención se realizó con base en el principio de reciprocidad y cooperación
internacionales, apelando a la buena relación bilateral que existe entre ambos países», detalla el
comunicado.
Sin embargo, los recientes ataques de Israel en contra del Palestina tras los ataques
Hamas, y la postura de México frente a esto, podrían entorpecer el proceso judicial. La
embajadora de Israel en nuestro país dijo en entrevista que este es un proceso independiente.
Pero aún falta que Andrés Roemer tenga una audiencia frente a un juez israelí que decida si es
procedente o no su extradición.

Para ellas, sus víctimas, este es un momento agridulce. Contrario a lo que habían
acordado con las autoridades mexicanas, y pese a que tienen el derecho a ser debidamente
informadas, ninguna autoridad local ni federal se comunicó con las denunciantes sobre la
detención de Roemer. Tampoco les brindaron protección ni contención. “Me enteré como todo el
mundo, por los medios de comunicación (…) se supone que Relaciones Exteriores nos iba a
notificar si pasaba algo y no lo hicieron”, me explica Montserrat. “Me provoca ansiedad.Nunca
hemos recibido ningún tipo de seguridad jurídica,estamos ante una persona muy poderosa con
mucho dinero y contactos”, dice la víctima que, después de dos años de haber hecho su denuncia,
vive con miedo a represalias.
Su temor no es infundado. El ex diplomático la demandó por daño moral en agosto de
2022, exigiendo una importante suma de dinero como reparación. Según los documentos, a raíz
de su denuncia publicada en twitter y de las entrevistas en medios de comunicación, “se
menoscaba el honor del Señor Roemer.” En los dos años y medio que estuvo fuera de México,
Andrés Roemer tuvo recursos jurídicos a su alcance, pudo presentar amparos, obtener copias de
carpetas de investigación, aún sin tener personalidad jurídica firmada o una carta a poder.
Montserrat se sintió intimidada: un grupo de abogados y actuarios se presentaron en su casa con
una demanda de más de cien hojas, un acto desproporcionado, ya que para hacer una notificación
solo es necesario una persona.
No obstante, la resolución del Quincuagésimo Primero de lo Civil del Tribunal Superior
de Justicia de la Ciudad de México, donde se había ingresó la demanda, fue favorable para Ortíz.
La jueza a cargo determinó que la denuncia pública no puede considerarse en sí como un acto
ilícito o contra las buenas intenciones, sino que es un acto que constituye un derecho. Además,
como señaló la jueza en su texto, las acusaciones públicas corresponden a un numeroso grupo de
mujeres que narran la experiencia que vivieron con Roemer y no únicamente la de Ortíz. Al
revisar una copia de esta resolución es evidente la importancia de la perspectiva de género para
el acceso a la justicia y los aportes del feminismo jurídico, se sienta un precedente. El denunciar
los actos de violencia sexual que sufrieron es un derecho de las víctimas.
Tanto Itzel Schnass como Montserrat Ortiz son representadas legalmente por Ximena
Ugarte, del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia. Podríamos decir que su
vida profesional feminista las unió: Montserrat conoció a Ximena mientras cubría un feminicidio
como reportera, y Ugarte era la abogada que llevaba el caso. Conocer a una litigante como ella
fue crucial para las víctimas. “Encontré en Ximena una abogada que escucha”, describe Schnass
mientras recuerda lo revictimizante que fue hablar con otros abogados de despachos
renombrados de la Ciudad de México. Ellas recuerdan que le hacían preguntas redundantes y sin
tacto sobre la violencia que vivieron, en reuniones con solo hombres, sin presencia de abogadas,
y sin perspectiva de género.

Montserrat reflexiona sobre la idea de justicia: “no hay justicia sin reparación”, dice.
“Necesitamos saber que vamos a estar bien y a salvo”, todo esto ha “repercutido en mi salud
física y emocional, son ya varios años y no soy nada más yo, somos todas nosotras”, me dice al
final de la entrevista.“El miedo tiene de todo, es paralizante, detonante… aparece todas las
noches”, dice Schnass, pero ella sigue adelante porque está convencida de la importancia de
llegar hasta las últimas consecuencias y sabe que está acompañada. “Nosotras llevamos tres años
dando la cara (…) una denuncia colectiva” y “nos rescatamos juntas”, enfatiza.
Ximena Ugarte, una abogada especializada en derechos humanos, enfocada en casos de
violencia de género, feminicidio y desaparición forzada considera que “es una denuncia
paradigmática, un caso muy complejo”, al tratarse de una figura con tanto poder económico,
político y cultural. Tuvieron que salir en grupo para ser escuchadas, fue la suma de voces las que
dieron la fuerza. Recuerda lo que la abogada feminista Catharine A. MacKinnon describe:
“normalmente hacen falta tres o cuatro mujeres que testificaran que habían sido violadas por el
mismo hombre de la misma manera, para siquiera empezar a hacer mella en su negación, esto en
efectos de credibilidad convierte a una mujer en una cuarta parte de una persona.”
Las mujeres con las que he hablado para la elaboración de este texto coinciden en varios
puntos: el primero es que alzaron la voz para prevenir a otras, se cansaron de que fuera un
secreto a voces. Reconocen que lo que buscan va mucho más allá del deseo de castigo, quieren
reparación y, sobre todo, la no repetición. “Justicia realmente sería que estas cosas no sucedieran,
que no abusaran, que no violaran” concluye Ximena, y ese es el motivo por el que dedica su vida
profesional para construir un futuro justo para todas.
Además de demostrar la necesidad de acabar con la impunidad con la que se mueven los
hombres en las más altas esferas socioeconómicas, este caso nos demuestra que las instituciones
que imparten justicia tienen que trabajar con perspectiva de género, y que es urgente que existan
mecanismos de protección y contención para las víctimas. Y esto no solo beneficia a las mujeres,
aunque nosotras seamos, de manera desproporcionada, las principales víctimas de la violencia
machista.
Es importante recordar que investigar casos con perspectiva de género es una obligación
para las autoridades mexicanas, y no se trata de un gesto de “buena fe.” Tal como lo determinan
los diversos instrumentos internacionales firmados por México como la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de
Belem do Pará), y la propia jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
El caso de las víctimas de Andés Roemer nos recuerda que violencia sexual es un
instrumento para someter a las personas, que un violentador puede ser cualquiera sin importar su
origen, no existe una tipología de agresor pese a la caricatura que prevalece en el imaginario de

que el agresor es un hombre racializado —como lo describe Ángela Davis cuando habla del mito
del violador negro en Rape, Racism and the Capitalist Setting— asocial y empobrecido. Y sobre
todo, es urgente dotar a las mujeres de herramientas para poder nombrar las violencias y alzar la
voz sin que eso ponga en jaque su seguridad laboral, emocional ni física.